Por: P. Othoniel Lares Ninomiya
Ministerios laicales
Imagen: Cathopic.com
Contemplar la vitalidad de la Iglesia nos lleva a descubrir la acción vivificante del Espíritu Santo que anima, coordina y guía toda la acción evangelizadora de los discípulos-misioneros de Jesús. Esta misma comunidad hace suya el llamado que el mismo Señor Resucitado le hace para que instaure el Reino de Dios en medio de nuestra realidad.
La ministerialidad es un aspecto inherente a la misma Iglesia, ya que no sólo la edifican, sino que además la definen y transforman en Sacramento de salvación para todos los pueblos. En las siguientes líneas reflexionaremos algunos aspectos inseparables de la ministerialidad de la Iglesia.
Espiritualidad ministerial
El principio fundante y el origen primordial de todo ministerio es la experiencia de Dios que es vivida dentro de la comunidad eclesial. Se ha de recordar que nadie puede ser profeta (servidor) si primero no es testigo de Dios. La acción pastoral es la vivencia de la fe y que es expresada mediante el servicio (diaconía).
Por lo tanto, unir continuamente la experiencia de Dios con el ministerio pastoral es la primera exigencia. Toda espiritualidad auténtica se expresa en el servicio que edifica a la comunidad de discípulos en el mundo y en la historia. Pero también toda acción pastoral ha de contemplarse como fuente que nutre la experiencia de Dios.
Eclesiología ministerial
En toda acción pastoral hay siempre una teología subyacente como forma de interpretar la fe. Consciente o inconscientemente todo agente de pastoral refleja en su acción pastoral la teología que lleva en su mente y en el corazón. La interpretación teológica que se realice a partir del misterio cristiano se reflejará inevitablemente en su praxis pastoral. Es imposible renovar sustancialmente la pastoral si primero no se revisa la mentalidad teológica que se tiene.
El misterio de la Iglesia es un tema teológico imprescindible dentro de la acción pastoral. Aunque cada uno tenga su propia experiencia y forma de interpretarla y expresarla, el término Iglesia tiene resonancias muy profundas. Cada uno posee su propio lugar dentro de la Iglesia y una conciencia personal de su misterio.
Ministerialidad pastoral de la Iglesia
La Iglesia, al mismo tiempo que es una experiencia espiritual y una comprensión teológica de su misterio, implica, además, una praxis o acción ministerial a favor de las personas, las comunidades y las instituciones. La Iglesia se edifica a sí misma continuamente mediante una pastoral ministerialmente ejecutada, llevando a cabo acciones significativas, inspiradas por el Evangelio y del Espíritu para saber responder a cada situación histórica.
La pastoral es una realidad eclesial amplia y compleja. En ella somos, al mismo tiempo protagonistas, testigos y beneficiarios. Los procesos pastorales piden análisis fenomenológicos constantes para situarnos en la coyuntura de su momento actual.
La dimensión ministerial de la Iglesia es el acto plenamente evangelizador que ella realiza como dimensión consustancial de su ser. Los ministerios constituyen una dimensión ontológica de la comunidad. La Iglesia no puede dejar de ser esencialmente ministerial. La Iglesia es la protagonista que articula los carismas, los servicios, las tareas y funciones, de manera que nadie pueda atribuirse un protagonismo absoluto. El epicentro de la ministerialidad reside en la comunidad creyente habitada por el Espíritu. La Iglesia es engendrada ministerialmente, se edifica a sí misma ministerialmente y es engendradora de ministerios en favor de todos.
La ministerialidad afecta por igual a laicos y pastores, aunque de distinta forma. Se debe de pasar del binomio clérigos-laicos al binomio comunidad-ministerios. La Iglesia es ministerial por vocación, por origen, por esencia y por finalidad. Un don o un carisma que traduzca en ministerio resulta ofensivo al Espíritu que los otorga con esa intención. La naturaleza ministerial de la Iglesia se ejerce en la comunión y la unidad, vinculadas a la diversidad y la pluralidad.